viernes, 18 de junio de 2010

50 años de encuentro pacifico con los barí



Hermanos Menores Capuchinos.
Fraternidad del Tukuko.
Perijá. Estado Zulia.
Teléf.: 0263-4147666.


50 años del encuentro pacífico con los indígenas Barí.
Actividades y celebraciones.

Un encuentro para la historia misionera, eclesial y nacional.
El 22 de julio del presente año estaremos celebrando una fecha muy importante para la Iglesia, para la patria y especialmente para el pueblo Barí, antes llamados motilones. Ahora con más veracidad y justicia llamados por su propia denominación, que viene a ser más que una palabra, un símbolo de libertad. Antes – motilones – en una lucha desigual y llena de prejuicios, ahora – barís – conviviendo pacíficamente y reivindicando sus derechos.
Es preciso esbozar brevemente lo que precede al acontecimiento que nos vamos a referir para que podamos tener una visión más clara y conciencia bien impregnada de todo lo que se resume en aquel 22 de julio de 1960.
Los “motilones” empiezan a formar parte de del mundo occidental cuando una de sus flechas fue a dar al cuerpo de Alonso de Ojeda, uno de los primeros blancos que explora la región sur del lago de Maracaibo. Desde entonces los blancos fueron tomando conciencia del poderío de este grupo humano que abarcaba una vasta región de territorio, interfiriendo en poblaciones como La Grita, Gibraltar y áreas cercanas a Maracaibo. “Los motilones no daba tregua, era una guerra silenciosa y terrible que hacía estallar la tranquilidad y pulverizaba los sueños de cualquiera”. A pesar de su empuje, los indígenas terminarían más perjudicados que los blancos.
El encuentro entre los barís y los capuchinos se remonta al siglo XVII. En 1694 aparecen los capuchinos en estas zonas occidentales de la patria. Comenzaba así la amplia e interesante relación entre los indígenas barís y los capuchinos. Al indígena le costaba ver la diferencia entre el aventurero y el misionero, pero de parte del misionero habrá muchísima paciencia y una gran capacidad para esperar a que la semilla germine. Desafortunadamente la primera campaña termina demasiado pronto.
A finales del siglo XVIII comienzan a surgir pequeños pueblos al margen sur del lago: Santa Bárbara (1779), Santa Cruz del Zulia (1780), San José de Apón (1790), etc. Los blancos quieren ir más a prisa, los misioneros saben que el ritmo no se puede forzar: así, de 12 frailes llegados en 1696, antes de terminar el año habían muerto 7. El barí, celoso como es, de no ir por donde no quiere, hacía más lentos los procesos, hasta tal punto que el Obispo Lazo de la Vega, afirma que ha sido inútil el esfuerzo de los misioneros y les quita los pueblos de Misión en 1821, a esto se suma la guerra de independencia que reduce a la nada las empresas misionales. Los indígenas confían en los misioneros pero no en los otros blancos y desaparecidos aquellos, vuelven a la selva. Durante casi siglo y medio, todo vuelve a ser como antes: desigualdad e injusticia. Se construyó una leyenda para justificar su exterminio: los “motilones” eran altos, fornidos, feroces, caníbales, sanguinarios, casi irracionales, ladrones, incapaces de convivencia humana e irreductibles. Por su parte los barís defendían su tierra y estaban convencidos de que cada blanco era una amenaza. Las consecuencias de todo esto: insospechadamente terrible y sanguinaria, como siempre la victima real es el indígena, aunque para la opinión pública es el malo y feroz.
En 1943 se crea el Vicariato Apostólico de Machiques y se presenta una nueva oportunidad para los capuchinos de entrar en contacto con los indígenas barís. Es sorprendente ver a lo que ha quedado reducido el territorio ocupado por esta etnia indígena, antes tan extenso. En 1945 los capuchinos llegan hasta las márgenes del territorio de influencia de los motilones, y su estrategia será llamada “bombas de paz”; consistía en dejar caer desde aviones algunos paquetes con ropa, machetes, sal, hachas y otros regalos. También envían fotos de misioneros y hábitos marrones de capuchino, con el fin de que entiendan que los capuchinos no son enemigos sino amigos. Pero nuevamente fue necesario apelar a la paciencia y a la constancia. La situación empeora cuando la industria ganadera busca nuevos terrenos y va arrinconando cada vez más a los “motilones”.
Ante el inminente exterminio de los indígenas, los capuchinos saben que no hay otra opción que arriesgarse y apresurar el contacto pacífico. El 19 de julio de 1960, el padre Adolfo de Villamañan y el padre Epifanio de Valdemorilla toman la determinación de ir por tierra y piden que otros frailes vayan por aire. Así se llega al 22 de julio de 1960, momento cumbre de la campaña.
Es viernes, 22 de julio, día de Santa María Magdalena. El P. Adolfo y el P. Epifanio van por tierra junto con 12 hombres: Paulino, Chivio, Chócape, Mayiri, Arístides, Domingo Tete, Nemesio Anane (cacique del Tukuko), Abel Martin, Fernando Panapera, David Atape, Polishi, Víctor y Zabala, yukpas todos menos los dos últimos.
Los hermanos que van en helicóptero sobrevuelan a los que van por tierra, les ayudan a orientarse y finalmente descienden y uno de los misioneros, el padre Romualdo, pisa el suelo barí, frente a uno de los bohíos, todos los indígenas se han escondido en la selva o en el rancho y sólo un anciano queda parado y es el que recibe el primer abrazo, primer contacto de paz, de esperanza y amistad. Eran las 11:10 am. Pero saben los misioneros que aquí no concluye su tarea, quizás lo difícil falta por venir. A las 2: 15 pm van a otro bohío que ha divisado por la mañana y junto al que han lanzado “bombas de paz”.
Entre tanto, los expedicionarios que iban por tierra encontraban flechas clavadas, pero siguen adelante. Llegan a un bohío pero los indígenas están ocultos dentro. Después de un instante la curiosidad los hace salir y se produce también el encuentro de paz en este otro rancho. Los misioneros durmieron aquella noche allí, con la incertidumbre, angustia y miedo pero con mucha alegría y celo apostólico.
El sábado 23, es un día angustiante. Desde la mañana empiezan a venir al rancho donde están los misioneros pequeños grupos de hombres y familias. Cada vez que esto sucede hay conmoción, miedo y luego un abrazo de paz, al menos sucede en cuatro ocasiones, la más difícil es cuando pasada las cinco de la tarde llega un grupo de 15 hombres fornidos, con flechas, con sus mujeres y niños. Se quedan a distancia, recelosos. Los que estaban en el rancho les piden deponer las flechas. Ellos se mantienen a distancia y apuntan con el dedo a los misioneros. Son momentos insospechadamente angustiosos para los frailes, pareciera que es el momento decisivo. Pero finalmente hay más calma y después de rezar se disponen a dormir. Aunque con la noche la angustia crece más, hasta tal punto que los frailes se confiesan mutuamente por si acaso.
Los días que sieguen son más angustiosos porque los helicópteros no han vuelto. La imaginación y la angustia hacen mella en los misioneros. Por su parte los indígenas empiezan a aceptarlos e incluso les impiden ir por tierra. Finalmente el martes 26 a media mañana llegan los helicópteros, desciende Mons. Miguel Aurrecoechea. Regresan los misioneros al Tukuko. Queda comenzada la labor, los “motilones” saben que los capuchinos son sus amigos y los capuchinos saben a qué atenerse con respecto a los indígenas.
Después de estas fechas, los avances no fueron nada fáciles, pero ya el barí tenía un defensor de su lado, al capuchino que hasta hoy en día sigue compartiendo las alegrías y las tristezas del pueblo Barí. Junto a la figura del capuchino han estado siempre las figuras de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana y las Hermanas de la Madre Laura.
El mismo celo que movió a aquellos insignes misioneros nos mueve hoy a los Hermanos Menores Capuchinos al celebrar los 50 años de este acontecimiento. Invitamos pues, a todos los cristianos, para que a través de la oración y de la acción, revivamos esta experiencia de gracia y de compromiso misionero.
Desde el 22 de julio del año pasado, los Hermanos Menores Capuchinos estamos celebrando el Año Jubilar Misionero que concluirá con la celebración especial del día 22 de julio de 2010 en la Misión de Saimadoyi.

Las siguientes actividades tendrán como objetivo resaltar y valorar esta gesta misionera:

1. Reapertura del “Museo Etnológico Los Ángeles del Tukuko”. Día 25 de junio de 2010.

2. Cine foro “El Bohío Rebelde”. Viernes 10 de julio de 2010. Lugar: Misión del Tukuko.

3. I Caminata Misionera por la Vida y por la Paz: del 17 al 23 de julio de 2010.

· Sábado 17: desde la mañana se recibirán a los peregrinos en la Plaza Bolívar. A las 3:00 pm habrá una celebración de bendición y de envío de los peregrinos en la catedral de Machiques. A las 5:00 pm: traslado a la Misión del Tukuko.
· Domingo18: Preparación de la caminata en la Misión del Tukuko.
· Lunes 19: Salida para Saimadoyi, paso por la estación misional de Totayonto, por la estación de misional de Santa Rosa y por la monumento en el lugar de la muerte de Abel Pete. Acampada en Bachichida.
· Martes 20: Evangelización en Bachichida, reanudación de la caminata, paso por la estación misional de Ogdebiá, llegada a Saimadoyi.
· Miércoles 21: Actividades religiosas, deportivas y culturales en Saimadoyi.
· Jueves 22: a las 9:00 am Celebración Jubilar de los 50 años del encuentro pacífico con los Barí. 2:00 pm regreso al Tukuko.
· Viernes 23: Clausura de la I Caminata Misionera por la Vida y por la Paz, regreso a sus destinos.

A todos pedimos sus oraciones para que el Señor derrame su bendición sobre el pueblo Barí, y sobre todos las etnias indígenas de Venezuela; para que siga llamando a hombres y mujeres dispuestos a gastar su vida en medio de los más necesitados; para que el Espíritu Santo ilumine y guíe nuestros pasos en estas actividades del Año Jubilar.
Así mismo, pedimos todo el apoyo y colaboración posible para llevar cabo las actividades planeadas y para seguir dando respuesta a los retos que se nos presentan en este momento histórico. Según las posibilidades: propaguen la información, animen a los grupos parroquiales y juveniles, organicen jornadas de oración y reflexión, etc. Todo el apoyo y la colaboración serán recibidos con inapreciable gratitud.
Imploramos la bendición del Altísimo y Buen Señor, la animación del Espíritu Santo y la compañía del la Santísima Madre del Cielo y de nuestro padre San Francisco.

La Fraternidad del Tukuko les deseamos a todos paz y bien.
Fr. Nelson Sandoval
Fr. Victor Marcos
Fr. Wolfan Molina
Fr. Alfonso Mora

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